¿Que necesitas?

Cuando alguien a quien apreciamos está pasando un mal momento y sufre, desplegamos todo nuestro arsenal de mimos y cuidados para que pueda sentirse mejor. ¿Qué te pasa? ¿Cómo estás? Son preguntas que formulamos normalmente y dejamos que nuestro amigo responda de forma abierta para que pueda desahogarse y expresar lo que siente. Al escucharlo, hacemos que se encuentre un poco mejor. Le ofrecemos nuestra ayuda y le brindamos aquello que en ese momento necesita porque está sufriendo.

Imagina por un momento que decidiéramos tomar una actitud distinta, y que en vez de ocuparnos de él dejáramos de escucharle, que le criticáramos por sentirse así, por mostrar su debilidad, que le culpabilizáramos del mal que está pasando…En definitiva, acrecentaríamos su malestar, pero seguramente nunca nos comportaríamos así con un amigo.

Preguntémonos entonces cuando somos nosotros los que sufrimos, como nos tratamos a nosotros mismos ¿Como el amigo que ayuda y me brinda lo que necesito? ¿O como aquél que se reprocha y crítica por estar mal?

Saber tratarse con amabilidad como lo harías con un amigo es la base de la autocompasión, que es el corazón de la práctica de mindfulness para bailarines. Practicar la autocompasión constituye un buen antídoto para lidiar con situaciones difíciles que nos generan malestar y sufrimiento. Por las exigencias de nuestra profesión tenemos que estar siempre listos, siempre disponibles, siempre a punto para una actuación, una audición o un ensayo. Por ello muchas veces no nos permitimos estar mal, cansados o mostrarnos débiles. Los momentos difíciles no los podemos evitar pero si podemos decidir cómo tratarnos ante ellos. Escucharnos, permitirnos estar tal cual nos encontremos y darnos lo que necesitamos en ese momento reconforta y ayuda a pasar por la experiencia de una manera más amable.

Contamos con un arsenal inmenso de mimos y cuidados propios. La buena noticia es que siempre vamos a estar ahí para dárnoslos, como buenos amigos que somos de nosotros mismos.

De la misma manera, todo lo que aprecio y valoro en los otros también está en mí. Reconocerlo en nosotros significa poder mirar a los demás desde la admiración de su valía y no solo desde lo que yo creo que no tengo. Desde esta perspectiva comprendemos que todos somos únicos, auténticos y valiosos, pudiendo transformar con ello la competencia en cooperación. Juntos, sumamos.